Friday, May 29, 2015

Nuestra Ballena querida


“La cultura es trabajo, no es esparcimiento o divertimento solamente.”
(Palabras del discurso de la Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner en oportunidad de la inauguración del Centro Cultural Kirchner el 22 de mayo 2015).

Al final, el trabajo da sus frutos y los logros culturales a festejar en estos días de mayo 2015 son trascendentes. Vamos por orden cronológico:
Desde el inicio del proyecto de un centro cultural nacional en el Palacio de Correos, los integrantes de la Orquesta Sinfónica Nacional siguieron el desarrollo del mismo con suma atención. A fines del 2007, cuando los arquitectos proyectistas, ganadores del Concurso Internacional de Anteproyecto, estaban en el piso 6 del edificio abocados a la tarea de elaborar los planos detallados de su visión, los integrantes de la Sinfónica Nacional se pusieron a disposición de ellos y de los funcionarios del Estado encargados, para aportar conocimiento y criterios específicos a la planificación de lo que – con toda seguridad – llegaría algún buen día a ser su sede: la Ballena Azul en el Centro Cultural del Bicentenario, hoy, por Ley Nacional, denominado Centro Cultural Kirchner – CCK.

Cuando se habla de un cambio cultural en estos años en Argentina, a los integrantes de la Sinfónica se les hizo palpable lo que comenzó en aquel momento y que quizás supera incluso las más esmeradas interpretaciones musicales: una experiencia de participación ciudadana ejemplar.
Desde el primer día, los arquitectos y funcionarios (luego también los encargados de las empresas constructoras) nos recibieron con gentileza y respeto. Rápidamente convencidos de la legitimidad de nuestro deseo de colaborar, nos incorporaron al equipo. El trabajo conjunto tomó su curso a lo largo de los siguientes años hasta la inauguración del CCK, reinando siempre una atmósfera de entusiasmo, optimismo, alegría, compromiso, cordialidad y eficiencia. Esa manera de trabajar en sí misma constituye un ideal cultural logrado: gobernantes y trabajadores colaborando con confianza mutua y escasa visibilidad de jerarquías en un proyecto para el beneficio comunitario.
Gracias por la experiencia.

En una especie de cuarto intermedio, en diciembre 2011, cercano al cumpleaños 63 de la Sinfónica, los representantes del Estado Nacional tuvieron la amabilidad de auspiciar el pre-estreno de un documental sobre la orquesta en el hall de entrada del Correo, acondicionándolo especialmente - en medio del tumulto de la construcción – para este evento.
Gracias, nuevamente, por el gesto.

Y finalmente, el 24 de mayo 2015, vimos el concierto de inauguración.
Para muchos espectadores, ya la entrada de la Orquesta Sinfónica Nacional a su escenario fue un espectáculo memorable. La armonía y visible funcionalidad de su diseño le imprimió a la primera aparición de la orquesta y a la ceremonia del habitual saludo al público un sello de orden, seriedad y conmovedora belleza escénica. El aplauso frenético ya en ese instante se debió probablemente a una íntima sensación de orgullo ciudadano del público, de verse reflejado con tanta dignidad en esta imagen de bella formación de un conjunto de personas, profesores músicos de la selección nacional.

¡Cómo puede mejorar la vida una infraestructura espléndida!

Las virtudes de esta sala se revelan también en la experiencia vivida por los músicos en el escenario. La funcionalidad de su relieve y la excelente acústica aumentan la sensibilidad de percepción, de comunicación entre las partes y la curiosidad por hasta dónde cada uno puede arriesgar la entrega al conjunto y al público. Pues de eso se trata para los artistas de escenario: abrirse hacia adelante y arriba y desparramar torrentes de vitalidad y de afecto, generosos al máximo y a la vez vulnerables al máximo…

Qué suerte entonces que el vientre de la Ballena resulte ser un sitio acogedor, protector y estimulante al máximo.
La sensación corpórea al tocar es la de poder crecer y expandirse, de liberación de preocupaciones y de invitación a una entrega total y alegre. Probablemente no hayamos descubierto todavía el pleno potencial de este espacio. Cuando se dice que cada músico toca su instrumento, y que la orquesta es un gran instrumento en las manos de un hábil director, podemos concluir ahora que la Ballena resultará con toda seguridad un gran instrumento para cualquier conjunto musical que actúe en ella, un Stradivarius entre las salas de concierto del mundo.

Con toda seguridad, entre las etapas de refinamiento sonoro durante su ciclo principal de conciertos, la Sinfónica va a salir y marchar tierra adentro, para predicar las partituras de Beethoven, Shostakovich, Ginastera, Piazzolla y tantos otros creadores consagrados también en lugares remotos de la República Argentina, sus integrantes siempre entregándose con convicción y amor al público, sea en salones de clubes de barrio, polideportivos o iglesias. Pero ¡que felicidad más reconfortante saber que después volveremos a encontrarnos en el vientre de la Ballena!, para continuar el trabajo de purificación artística e iniciar pronto la emisión de grabaciones televisivas, producidas bajo las circunstancias infraestructurales más estimulantes que uno pueda desear.
Gracias por darnos nuestra sede.